Reflexión
💭 Reflexión personal: El lenguaje inclusivo como herramienta de cambio
Durante mucho tiempo, no me cuestioné el lenguaje que usaba al hablar o escribir. Crecí escuchando frases como “los hombres de negocios”, “el hombre moderno” o “los niños del salón” sin detenerme a pensar que, aunque no era intencional, muchas veces se dejaba fuera a otras personas. Fue hasta que comencé a convivir con personas diversas —con distintas identidades de género, formas de amar o vivir— que entendí que el lenguaje no solo describe el mundo: también lo construye.
El lenguaje inclusivo no se trata de imponer palabras ni de complicar la comunicación. Se trata de visibilizar, de que nadie quede fuera por no encajar en la norma. Es reconocer que detrás de cada palabra hay una historia, una persona, una experiencia que merece respeto.
Cambiar la forma en que hablamos puede parecer mínimo, pero tiene un gran impacto. Decir “compañeras y compañeros”, usar términos como “la comunidad estudiantil” o simplemente preguntar cómo quiere ser nombrada una persona, es un gesto de empatía y apertura. Es decir: te veo, te reconozco y me importa cómo te sientes.
No se trata de hablar perfecto, sino de hablar con conciencia. De asumir que el lenguaje puede ser una herramienta para excluir… o para transformar. Hoy prefiero equivocarme intentando incluir, que quedarme callada y seguir repitiendo lo que aprendí sin cuestionarlo. Porque cada palabra es una oportunidad para construir un mundo más justo.
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